¿Qué hacer con las fuerzas del cielo?

Este 24 de marzo somos nosotros quienes debemos preguntarnos qué hacer con las fuerzas del cielo. Si decidimos frenarlas en la calle con organización y lucha desde la resistencia. O, si otra vez, estamos dispuestas y dispuestos a tomar el cielo por asalto pasando a la ofensiva antes que, de la Argentina, solo quede tierra yerma.

 

¿Qué hacer? es la pregunta del momento. Aunque ya supera más de un siglo, la misma inquietud vuelve a interpelarnos aún a riesgo de ser considerados zurdos, comunistas o excremento humano por la bocota presidencial. La pregunta se la hacía Lenin en 1902 cuando teorizaba sobre la organización del partido revolucionario. Hoy nos la volvemos a hacer en medio de una tensión político-social exacerbada, irrespirable. Pero no en el estricto sentido que se interrogaba el líder bolchevique.

  ¿Por qué no nos preguntamos qué hacer?, aún desconcertados y sin reacción por los sistemáticos ataques virtuales a todas aquellas voces que se alzan contra la opresión autodenominada libertaria. Ataques que ya no son obra exclusiva de trolls y bots y sí de cómo ejerce el poder la figurita de la extrema derecha global que faltaba en el álbum con Trump, Bolsonaro, Giorgia Meloni y Marine Le Pen. Su DNU o ley ómnibus son como una prueba de resistencia. Su prepotencia y nula empatía con los vecinos de Bahía Blanca que murieron en un gimnasio derribado por el viento, los inundados de Corrientes y el Gran Buenos Aires o los contagiados de dengue, son otro ejemplo de su insensibilidad social. El asistencialismo sobreactuado delegado en la ministra Sandra Pettovello es una parodia más emparentada con el capital que con lo humano.      

    En esta realidad que abruma, de un lado se ubican las fuerzas del cielo, cuya   representación celestial se arroga el presidente Milei 2.0. Del otro, estamos quienes nos reconocemos en la vocación transformadora del poder popular. Seres que consideramos absurda su autoproclamada condición divina para detentar un poder de confesionario. Los y las que imaginamos más de una vez, tomar el cielo por asalto en la juventud. Ese espacio donde hoy parecen habitar los espíritus macabeos que la impostura presidencial ubica en el más allá, intocables como él, que se considera un intocable más.

   ¿Por qué no, entonces, abrazar aquel sueño del siglo XVIII? Los comuneros de París consiguieron hacerlo durante 71 días, tomaron el poder y, casi un siglo después, la generación de estudiantes en el Mayo francés de 1968 se adueñó nuevamente de las calles. Si del cielo emana la propia fuerza del monarca sin corona, ¿por qué no rebelarse contra él y sorprenderlo en su propio feudo? ¿Si Milei y uno de sus principales cortesanos, el diputado Espert, llaman a la desobediencia fiscal en el principal distrito del país, la provincia de Buenos Aires, por qué no pagarles con la misma moneda?  

  Quienes representan en el plano simbólico las fuerzas del cielo saben muy bien qué están haciendo en la Argentina. Vinieron a hacerlo rápido, sin anestesia, porque no hay anestesia en la brutalidad de su propósito enmarcado en la guerra cultural que desataron. Una ofensiva a escala mundial donde la extrema derecha tomó la iniciativa como en la Blitzkrieg (guerra relámpago) de los ejércitos de Hitler. No estamos en la Polonia de 1939 pero nuestro país ha sido invadido por Panzers que patrullan las redes sociales con aire marcial, intentando destruir reputaciones sin decir agua va. Los artistas lo saben muy bien. Son un blanco deliberado.

  No es solo eso. El poder devastador del gobierno acelera a fondo contra los más débiles en beneficio de los más poderosos, un puñado de empresarios ventajeros que van del fascista Paolo Rocca o el sionista Eduardo Elsztain a Marcos Galperin que tributa y vive en Uruguay.

  Ese poder aplasta todo lo que encuentra a su paso: la salud y educación públicas, familias hambreadas, legislación que ampara a los trabajadores, empresas del Estado, Pymes, derechos adquiridos por generaciones, jubilaciones y la idea más elemental de mantenerse vivo a los tumbos. La propia subsistencia. Lo hace con altas dosis de menemismo explícito y la inoculación de un porcentaje considerable de macrismo.

  Las fuerzas del cielo no reparan en lamentos. Saben qué hacer y lo están haciendo. No les interesa el costo a pagar porque no lo pagan ellos.

  Somos nosotros quienes debemos preguntarnos qué hacer con las fuerzas del cielo. Si decidimos frenarlas en la calle con organización y lucha desde la resistencia. O si otra vez estamos dispuestas y dispuestos a tomar el cielo por asalto – como lo pregonaban los comuneros o estudiantes parisinos – pasando a la ofensiva ciudadana antes que, de la Argentina, solo quede tierra yerma.

  Este 24 de marzo que pasó ha sido una excelente oportunidad de preguntárnoslo. Por la memoria de los 30 mil desaparecidos y los sueños de una generación diezmada. Porque el gobierno de Milei y sus fuerzas del cielo son la auténtica casta que venían a combatir. Un significante hueco. Pura falacia.