Sonidos que sanan

Un grupo de alumnas y alumnos de la cátedra de la UBA donde soy docente hace 25 años realizó una investigación que merece difundirse. Propusieron la musicoterapia como tema: la dimensión curativa de los sonidos, el poder sanador que puede tener una melodía sobre la salud. El resultado es un trabajo logrado, con fuentes propias y una mirada interesante sobre la influencia que tiene en los niños y niñas.

Musicoterapia: el valor de la música en nuestra salud - Infonortedigital.com
El poder de las notas musicales sobre nuestro cerebro. (Imagen tomada de Salud Viva, España)

Por Emilia Setton, Valentina Gómez Zambrano, Antonella Romano, Catalina Grasas y Pedro Cantarelli.

Las evidencias que dan cuenta de las primeras relaciones del ser humano con la dimensión curativa de lo sonoro son escasas, pero se cree que ya en la Prehistoria se realizaban rituales sanadores acompañados de instrumentos de percusión. Gracias a los descubrimientos del arqueólogo británico William Petrie en 1889, fue posible acceder a la documentación escrita más antigua de la que se tenga registro sobre la influencia de la música en la salud: se trata de los “papiros de Lahun”, encontrados en la ciudad egipcia de Kahun, que datan del año 1500 a.C. El autor de dichas láminas, redactadas en escritura hierática, destacaba que la música era “capaz de curar el cuerpo, calmar la mente y purificar el alma”. Esta hipótesis sigue vigente aún en nuestros días.

Desde aquellos tiempos en adelante, la reflexión sobre el potencial terapéutico de la música fue incesante, pasando por la Grecia clásica, los pensadores romanos y los teóricos renacentistas. A partir del siglo XVIII comenzaron a sistematizarse los descubrimientos en torno a la relación entre la música y la medicina, y luego, en el siglo XIX, la mirada cientificista empezó a tener un rol protagónico en el abordaje del conocimiento sobre la temática.

Fue el siglo XX, sin embargo, el que implicó un salto definitivo en la disciplina: los efectos positivos observados en internos de hospitales de la Primera y Segunda Guerra Mundial, a los cuales se acompañaba con música durante su estadía, llamó la atención de los especialistas, que decidieron emprender un camino más profundo en la investigación de este tipo de terapias. Fue así que en 1950 se fundó la Asociación Nacional de Musicoterapia de Estados Unidos, a partir de la cual se inició un proceso de institucionalización de la disciplina a nivel mundial, que en nuestro país tuvo lugar en 1966 con la creación de la Asociación Argentina de Musicoterapia y, un año después, con el surgimiento de la primera Carrera Universitaria de Musicoterapia, dictada en la Universidad del Salvador.

En busca de la identidad cultural musical

La reflexión histórica de lo que ahora llamamos musicoterapia, permitió indagar en una dimensión muy singular de la experiencia humana. Particularmente en sociedades donde la palabra hablada aparece como la condensación del sentido, la expresión no verbal abre un inmenso campo de experiencias comunicativas que ponen en juego la creatividad, la sensibilidad y la observación. La musicoterapia interviene en este espacio para hacer de la sonoridad, el tacto y el movimiento un terreno de exploración terapéutico.

Gabriela Wagner, licenciada y magister de Musicoterapia por la Universidad de El Salvador, lleva décadas de trabajo en el campo de la terapia musical. Nacida en Hungría, y residente en Argentina desde su niñez, su búsqueda profesional está profundamente marcada por la tradición educativo musical de su país de origen. “Que la música sea de todos” es el lema de Zoltán Kodály, uno de los músicos y pedagogos más influyentes del país centroeuropeo, donde la alfabetización musical tiene un lugar prioritario desde los niveles educativos iniciales. La propuesta pedagógica de Kodály es un gran aporte para los procesos musicoterapéuticos, ya que pone el foco en un acercamiento a la experiencia musical -individual y colectiva- previa a la racionalidad académica, donde la voz y el cuerpo son las herramientas principales del aprendizaje. Desde su escritorio, rodeada de libros que dan cuenta de su trayectoria, Gabriela Wagner reconoce la potencia de la música como lenguaje social en su propia experiencia de vida. “Yo era prácticamente autista porque no hablaba el idioma de todos los que estaban alrededor mío, pero podíamos cantar juntos”, recuerda acerca de sus primeros años en Argentina.

Junto a Gabriela Wagner se encuentra Beatriz Moscovici, con quien comparte años de docencia en la carrera de Musicoterapia de la Universidad de El Salvador. A propósito de los distintos abordajes de lo sonoro, Beatriz enfatiza el valor de “encarar la música desde el sentimiento, desde la expresión y desde lo vivencial”, y resalta la importancia de tener una concepción integral de la persona a la hora de llevar adelante procesos musicoterapéuticos. “No hay música sin cuerpo y no hay cuerpo sin música”, afirma con seguridad, y aclara que “la idea de la musicoterapia es poder entender el discurso no verbal. La palabra está, no es que no está. Pero lo que más nos interesa es comprender el lenguaje sonoro y el lenguaje corporal”.

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Imagen tomada de Salud Viva (España)

Gabriela Wagner y Beatriz Moscovici cristalizan años de experiencia profesional compartida. La idea de una “identidad cultural musical” subyace a lo largo de todas las reflexiones: un universo sonoro que constituye a los sujetos desde su más temprana edad, a partir de un vínculo multisensorial que las personas establecen con su entorno. “Por eso es tan interesante conocer la historia vital sonora de un paciente, de dónde viene, cuál es su grupo primario, de qué país son, cuál es la música que escucha, cuáles son los ritmos que le habrán llegado, qué pasó con la musicalidad desde la mamá y su relación sonoro musical con él cuando era niño”, comenta Beatriz, para dar cuenta de la complejidad que implica este entramado subjetivo.

En relación a la pregunta por las diferencias y los cruces entre la educación musical y la musicoterapia (“la pregunta del millón”, comentan entre risas), ambas profesionales aclaran que entre un contexto educativo y uno terapéutico, lo que cambia es “el encuadre, al para qué, los objetivos y la demanda”. Por lo tanto, si bien muchas de las tareas concretas pueden ser las mismas, el objetivo que haya sobre el proceso es el que en última instancia diferencia una clase de música de una sesión de musicoterapia.

La terapia como un juego

El abordaje de la salud mental a partir del trabajo sobre lo sonoro es particularmente interesante en las primeras etapas del desarrollo de las personas. En la actualidad, muchos niños y niñas tienen dificultades que afectan al modo en cómo se sienten, actúan y aprenden. Si bien las terapias “convencionales” tienen un lugar preponderante en la asistencia y acompañamiento de las infancias, es cada vez más frecuente la utilización de modalidades terapéuticas alternativas. En los casos en que por razones cognitivas o motrices los pacientes tienen restringida alguna capacidad de la comunicación verbal, la música se vuelve una herramienta fundamental para lograr la conexión con el entorno y el disfrute.

María Liliana Gómez Zambrano conoció los efectos de un proceso musicoterapéutico de primera mano, a partir de la experiencia de su hijo Noah. A los dos años de haber nacido, Noah fue diagnosticado con el Síndrome de Dandy-Walker, una anomalía cerebral que afecta al desarrollo de las capacidades motrices e intelectuales. Ya en los primeros años de vida, Gómez Zambrano advirtió que su hijo tenía dificultades principalmente en la motricidad, y también en sus habilidades de lenguaje: “no hablaba ni formaba frases como otros niños de su edad”, relata desde su casa en Colombia, donde reside con su familia. “Cuando lo diagnosticaron a Noah, lo primero que sentí fue temor, porque uno siempre quiere lo mejor para sus hijos; pero ese temor me impulsó a buscar una terapia para él, según sus necesidades”, cuenta.

La musicoterapia llegó a la vida de Noah en plena pandemia del Covid-19, ante la dificultad de lograr mantener la atención en sesiones virtuales de terapias convencionales. Fue entonces que María Liliana conoció el instituto de musicoterapia “Sono”, donde su hijo comenzó un tratamiento terapéutico orientado a lo musical. Pasado un año de iniciado el proceso, ella advierte un enorme avance en las habilidades desarrolladas por el niño: “yo noté que Noah se sentía muy seguro y tranquilo con las cosas repetitivas, con los patrones que se repetían bastantes veces, con los ciclos… y la música es básicamente eso. En la música él encontró un lugar seguro”, relata con orgullo.

De las sesiones de musicoterapia que pudo presenciar, María Liliana destaca el rol de lo lúdico y del lenguaje corporal, más aún teniendo en cuenta las dificultades en la comunicación verbal de su hijo. “Lo primero que hace el terapeuta es ver cómo está el niño ese día, para ver cómo tratarlo. Según eso le da instrumentos, o deja que él se relaje, se ría. Digamos que más allá de lo que el terapeuta proponga, es Noah quien lleva la sesión”, comenta. El uso de instrumentos no convencionales, que permitan una exploración intuitiva y creativa de lo sonoro, es una de las herramientas principales en los tratamientos musicoterapéuticos.

La historia de Gómez Zambrano y su hijo Noah es una de las tantas que dan cuenta de los beneficios que aporta el trabajo de lo sonoro en un proceso terapéutico. El acompañamiento de las familias y de las instituciones se vuelve central a la hora de encarar este tipo de terapias, que implican una mirada integral sobre el desarrollo de las infancias. El desafío es poder acceder a ellas en el momento justo.

Más que un diagnóstico

Así como existen diferentes formas y ámbitos en donde se abordan las terapias convencionales, lo mismo sucede con la musicoterapia. Además de ser utilizada en centros terapéuticos, ámbitos educativos y en casos particulares en general, el ámbito hospitalario es uno de los principales campos de inserción para los profesionales de la disciplina. En equipos interdisciplinarios, junto con otros trabajadores de la salud mental -como psiquiatras y psicólogos-, los musicoterapeutas trabajan principalmente en la contención de los pacientes en contexto de internación.

Micaela Miguez, musicoterapeuta egresada de la UBA, se encuentra actualmente realizando una concurrencia en el Hospital Rivadavia, en el área de salud mental. Si bien muchas clínicas cuentan con espacios para tratamientos de musicoterapia, Micaela advierte un cierto desconocimiento de la profesión entre los propios trabajadores de la salud: “muchas veces los pacientes son derivados a musicoterapia porque están aburridos o porque les gusta la música, cuando en verdad esos no son criterios de derivación”, relata un tanto consternada.

Los objetivos de la musicoterapia en el ámbito hospitalario son diversos y suelen depender de la situación de cada paciente. La estimulación de funciones cognitivas, la rehabilitación neurológica, la reducción de ansiedad y el fortalecimiento del sueño son algunos de los aspectos en los que puede intervenir un tratamiento de musicoterapia. Al respecto, Micaela destaca la función de la música como herramienta para pacientes en los que otras terapias son más dificultosas. En muchos casos de accidentes neurológicos, “los pacientes cuentan con la comunicación coartada, y por ende no tienen lenguaje, pero sí pueden cantar, porque el procesamiento musical cerebral se dirige por otra vía”, relata.

Los tratamientos de musicoterapia adquieren un valor particular cuando se llevan adelante en ámbitos hospitalarios. Al tratarse de contextos usualmente angustiantes, donde los internos se encuentran en estados de incertidumbre y alejados de sus espacios de contención, Miguez cree que las intervenciones de este tipo “favorecen la conexión del paciente con su identidad, y también con la idea de que no son solo una persona enferma, un diagnóstico”. La música puede ayudar entonces a crear espacios hospitalarios más amenos, que aumenten la calidad de vida de los internos.

La música que habitamos

Lejos de tratarse únicamente de una serie de acordes en la guitarra, o de un conjunto de notas en un pentagrama, la música está presente en nuestras experiencias más profundas y tempranas: la rítmica de un corazón latiendo, el llanto del recién nacido y las voces que nos arrullan, son los primeros fragmentos del universo sonoro que habitamos. La música es expresión y es comunicación, un lenguaje no verbal que permite crear vínculos y entablar lazos al interior de una comunidad. Por eso mismo es también una herramienta fundamental para desarrollar procesos terapéuticos, que permite abordar la integridad de la persona más allá de los límites de la palabra hablada. El trabajo de la musicoterapia nos permite indagar en ese universo que suena en lo más profundo de nuestra historia.

Apéndice de Fuentes

1. Fuentes orales

  • Gabriela Wagner: licenciada y magister en Musicoterapia por la Universidad del Salvador
  • Beatriz Moscovici: licenciada en Musicoterapia por la Universidad de El Salvador.
  • María Liliana Gómez Zambrano: madre de Noah, niño con síndrome de Dady Walker que realiza un tratamiento musicoterapéutico.
  • Micaela Miguez: licenciada en Musicoterapia por la UBA. Concurrente en el Hospital Rivadavia en el área de salud mental.

2. Fuentes documentales

– “La importancia de la música en edades tempranas” (Luciana Licastro). https://www.musicoterapiaenlainfancia.com/la-importancia-de-la-musica-en-edades-tempranas/

– “Musicoterapia en Pediatría” (Eva Muñoz del Mazo y Antonia de la Torre Rísquez). https://www.aepap.org/sites/default/files/3s.12_musicoterapia_en_pediatria.pdf

3. Fuentes bibliográficas

– “Musicoterapia: fundamentos, aspectos prácticos y aplicación a niños hospitalizados” (Noelia Oneca Carreras, 2014/2015). https://dadun.unav.edu/bitstream/10171/39653/1/Noelia%20Oneca.pdf

– “El concepto musicoterapia a través de la historia” (José Ignacio Palacios Sanz, 2001). https://www.redalyc.org/pdf/274/27404203.pdf

4. Fuentes periodísticas

– “El poder curativo de la música” (Richard Schiffman para The New York Times, 2021). https://www.nytimes.com/es/2021/04/16/espanol/musicoterapia.html

– “Musicoterapia, una herramienta con 5.000 años de historia” (Clarín, 2019). https://www.clarin.com/buena-vida/musicoterapia-herramienta-000-anos-historia_0_xXSMr4waq.html

– “El método Kodály: aprender música no debe ser nunca un sufrimiento” (EFE, 2017). https://www.elmostrador.cl/cultura/2017/01/03/el-metodo-kodaly-aprender-musica-no-debe-ser-nunca-un-sufrimiento/

– “La musicoterapia: Arte y ciencia unidas en beneficio de la vida humana” (Marco Antonio Molín, 2021). https://www.huelvainformacion.es/huelva/musicoterapia-Arte-ciencia-unidas-beneficio_0_1624638629.html